Extraño es cuando la ves dormir al lado tuyo y te das cuenta de que caes en picado cuando la
miras y sus labios se abren lentamente, captando el poco aire que hay entre tu
boca y la suya. Eso sí que es extraño. Lo sé porque cuando me abraza todo se
vuelve…¿cómo decirlo? Digamos que pondría la mano en el fuego y no me quemo si
digo que esos ojos y esa sonrisita con esos dientes casi perfectos me salvaron
y me empujaron a seguir adelante.
Me acojona que mi corazón sienta los chispazos que hacía
tanto tiempo que no sentía porque me conozco esa sensación de perderte en mitad de un laberinto oscuro sin ningún tipo de luz y que ella aparezca sin avisar y te cambie el rumbo. Sin embargo la tienes en tu misma cama y tus brazos la
rodean. No sé qué es esto, no sé si me estoy enamorando y tampoco sé lo que
siente ella.
Que su pelo rojo y largo baja hasta su cuello olor a fantasía y
todo, absolutamente todos mis parentesis se resumen a una suma sencilla. Ella.
De repente se levanta y te prepara el desayuno. Y la ves
desnuda en tu cocina y te dan ganas de abrazarla por detrás y no soltarla
nunca. Eso de que sus ojos verdes se iluminan cuando gira la cabeza y ves al sol iluminarla haciendo de ella una estrella única en todo el firmamento.
Que los domingos por la mañana se vuelven días esperados después de todo
ese remolino que te ha causado una persona que sabes a ciencia cierta que jamás
te la podrás borrar de ningún lado. Pero que ahí está, y sé que nada me va a pasar mientras siga siendo su voz mi punto de apoyo y sus manos mi locura entre las mías.
Mamá, tinc por.